martes, diciembre 29, 2009

París, 2008

La consciencia de lo diferente (de mi diferencia) me duele. Me deja vacía; pero, sobre todo, huérfana. HUÉRFANA. O, al menos, semi-huérfana.

La ausencia de mis antiguas circunstancias y mis antiguos afectos me deja sola. De nuevo en construcción. Y sin embargo no puedo volver.

(¿En ocasiones?) Yo también me siento identificada con la más pura relatividad. Todo son dos direcciones. 2. 2 personalidades. Como Juan y José. Como Volver a casa. Pero, ¿es que acaso tengo casa?

¿Qué soy yo allí?
Una distancia. Un intento. Una lucidez cegada. Una diferencia. Una incomprensión.
(Los pensamientos más instantáneos, reflejados sobre el papel, me hacen sentir aún peor…)

A veces pienso que no hemos intentado hacernos comprender. Que ninguno de nosotros lo ha intentado. Y por eso ahora somos desconocidos.


No somos más que pensamientos (¿mundanos?) que no somos capaces de vomitar. Porque, si lo hiciéramos, moriríamos de soledad.

Somos pensamientos efímeros y reiterativos. Somos miradas perdidas inundadas de lágrimas ahogadas.

Tratamos de colocarnos en otro estadio, pero somos tan humanos como los demás…
Y esa consciencia tan sólo nos hace más desgraciados…



Somos aire. Nuestro peso está tan ensuciado que todo lo convertimos en aire porque no somos capaces de sostenernos. Porque además de ensuciarlo lo hundimos bajo tierra con los asquerosos juicios que siguen enjaulándonos y que nos asfixian porque no son más que la muestra de que nuestra pretendida bondad quizás no exista.


[Ahora que he vuelto, sé que nunca regresé de aquel vagón…]

viernes, diciembre 11, 2009

La eterna sombra

Me molesta la muerte.
Me molesta mucho.
Siempre planeando.
Siempre al acecho.

Llama, asoma, se esfuma… vuelve.
Vuelve en su tono de voz, en lo gris, en su certeza.

Entonces ya te da igual malvivir. Sólo quieres sobre-vivir, no el sentido temporal, no en el sentido de arrostrar a las tragedias…

sino en el sentido de vivir de más (algo así como una sobreimpresión... saturar los colores...) durante el tiempo (o no tiempo) que nos quede.

Maldita sea, el cáncer es el cáncer de esta época que nos ha tocado vivir.
Pero, ¿Qué pensábamos? ¿Qué si erradicásemos la tuberculosis viviríamos eternamente? Aparecería de otra forma, obviamente.

*

Y no es que NO me duela. Es que sólo quiero burlarla. Es que no quiero pensar en ella demasiado tiempo y que mate minutos vivos. Por eso sólo quiero obviarla con esa soberbia propia de la juventud, pensar que no existe, que no existe ahora. Que puedo ignorarla entre carcajadas amigas, entre latidos de vida y polvos hambrientos.

¿Qué más da?

Lo que pasa es que no asumimos (como es obvio) que el camino, allí donde choca con el horizonte, es finito, no continúa.

Nos jode pensar que van a desaparecer los latidos, las sonrisas de labios carnosos, el brillo de plenitud de los ojos jóvenes, la esperanza, la fuerza… la vida. Nos jode, irremediablemente, nos jode.

Por eso pienso que no importa cuidarse más o menos, ni vivir de una determinada manera, ni buscar nada que no sea la propia vida. El 90 por ciento del tiempo pensamos estupideces, nos enredamos en absurdeces que no hacen más que acentuar el sin sentido de esta caída y esta espera. Riamos, bebamos, disfrutemos, erremos. No pensemos tanto. Si algo es cierto, es que al final, habrá final.

jueves, diciembre 10, 2009

Habitación

Oscuridad. Mi mano se desliza subrepticiamente (Adoro esta palabra. ¿O lo subrepticio?); busca tu mano con el movimiento de una lagartija: rápida, eficazmente.

Corremos entonces hacia el cobijo. Una mezcla extinguible de inocencia, pureza y juegos sexuales que se extienden hasta la claridad en medio de potenciales infartos.

Yo lo noto. Yo lo noto cuando me desabrochas los botones (demasiado fácil, recuérdame que la próxima vez te lo ponga más complicado). Noto tantas cosas. Que me humedezco, por ejemplo. Que me estiro (imitando también a los reptiles). Que te excitas. Que, incomprensiblemente, tiemblo. Que tus ojos se engrandecen, aún más.

Entonces son tus manos las que se resbalan. Hasta el fondo. Intentan remontar, escapar de ese pozo. Pero están sumergidas en arenas movedizas.



No sé. Eres raro. Eres de los que hablas sin palabras. Hay que descodificarte. Eres un misterio tangible. (Aunque he de reconocer que me encantan los misterios de ojos negros y las cosas ilegibles). Y sorpresivo, al alba. De tus labios brota la pregunta inesperada&comprometida&¿esperada? y yo destrozo ese amanecer finito con mi respuesta.



Pero ahora, en las noches de pies fríos, te pienso. Te pienso y te quiero, a mi lado. Meter mis pies entre tus piernas. Que te enganches a mi mano como un niño a su mamá atravesando una avenida imposible. Que, temerosos, dilatemos la espera y nos regocijemos en un tiempo al final del cual no habrá decepción ni soledad. Que, como adolescentes, tenga que haber un primer paso, un movimiento definido, concreto… en el que los labios se acerquen a los labios, los ojos a los ojos… y las narices y los pómulos izquierdo y derecho se rocen y se sitúen sin molestarse.

Luego descubres un acogedor asentamiento entre dos montañas moldeables, de piel de melocotón y cumbres moradas. El tiempo se para y mis manos nadan entre hilos fuertes y negros.

No te muevas, no te muevas… shhhhh. Si el día llega (y me acuerdo de Romeo&Julieta, aunque ya lo dice la canción… “no, no somos ni Romeo ni Julieta…”) entonces nos escudamos bajo las sábanas. El color amarillento (¿de las paredes? ¿de la franela? ¿de la luz?) provoca cierta embriaguez. Y me temo que el cacique se ha evaporado hace rato entre las embestidas de piel ardiente contra piel ardiente.

Entonces mis ojos se inquietan por la cegadora iluminación azulácea que penetra por la diminuta línea de la ventana de la casa clandestina. Hay que regresar…

y

-Me pone triste el fin. Abrochar de nuevo los botones. Colocar las incómodas medias. Regresar al mundo ordenado que se muere por coleccionar explicaciones.

y

-Quizás, sólo te haya imaginado.

sábado, noviembre 28, 2009

Como las orugas

La Oruga A y la Oruga B se miraron intensamente a través de sus doce pequeños ojos simples y se dirigieron a la Oruga Bruja.

-Oruga Bruja, Oruga Bruja, te pagaremos lo que sea si impides que la Oruga Destino y Vida nos convierta en mariposas y nos separe.

Pero habían llegado tarde. Mientras la Oruga Bruja preparaba la poción a cambio de ingentes cantidades de dinero, la Oruga Destino y Vida la convirtió en mariposa y echó a volar, dejando una fina lluvia de lágrimas sobre las orugas A y B. Estas comprendieron que el Destino había vencido, que su final estaba cerca, que eran irremediablemente efímeras y que, horas más tarde, las alas les elevarían, crecerían y se olvidarían. Quién sabe si, después, en un atropellado vuelo no chocarían y romperían sus alas.

Ojos

Ojos que buscan. Ojos que se pierden entre paisajes fotográficos, cinematográficos, cerebrográficos.

Ojos (la palabra) lleva dibujado su propio significado. Ojos puede constituirse incluso en un ente:

Ojos miró la casa silenciosa, Ojos echó de menos a otro Ojos, alguien de su misma especie, al fin y al cabo. Ojos lloró durante largo rato y maldijo a Cortázar, su llanto había excedido, con mucho, a los tres minutos de promedio que anunciaba Julio en “Instrucciones para llorar”.

Ojos se secó, tiempo después. Ojos seguía triste porque sin Humedad ni Brillo se sentía vacío.

domingo, noviembre 22, 2009

Retiren el Foco, por favor

El Foco de la luz del día lo tiñe todo de horrible, de vulgar. El pequeño mundo se torna inaguantable al disecar a las personas y a sus acciones como si de animales se tratara. Las explicaciones engrisecen y ensucian todo. Y llega el Asco.

Las Frases pugnan por salir del cuarto oscuro. Lo intentan por todas partes. Se pegan a mi piel y a mi cabeza (sobre todo a mi cabeza) y se niegan a quedarse solas en ese cuarto sin aire. Normal.

Se me salen por los ojos, ahí si que no puedo impedírselo. Las Frases. Las dichosas Frases guardan todo. Me tienen atada de pies y manos.

Los Defectos crecen más rápido que una hiedra fantasiosa. Se reproducen como hongos.

(¿En qué me he convertido?)


Ni las mantas me esconden ya. A la manta más gorda le vencen las Frases, le ganan los Defectos. Y el dichoso Foco, Juez y Parte. Juez de todo y Parte para joder, para incrementar una culpabilidad que se presupone inexistente.


Luego vinieron las Fotos, la deconstrucción. Todo ese (sangriente) proceso. Del que fui sobre todo Parte destructora (…& mito erigido sobre un pasado extinguido en este presente vacío que se dedica a girar sobre sí mismo para ofrecer un prisma mediocre y sucio).

Ya no hay refugio. No hay refugio. La inquietud como tumor corporal. Los brazos ya no sirven de nada. Me rodean y no me calman. El implacable: “esto es lo que hay, lo comes o lo dejas”. Y lo comes, a la espera de algo que no te sepa a vacío cruel y te permita volver a amar. (Amar… me atemorizó la posibilidad de que lo estuviera olvidando…)


Podría haberos acariciado más y no lo hice. Podría haberos querido y comencé quizás a despreciaros (o quizás no era ese el acto… sino menos-preciar) con el derecho que se adjudican los seres despreciables. Así que ojalá tenga mi merecido en esa huida que emprendo cargada de mierda. Ojalá me cueste desprenderme de ella y llore, llore, llore… hasta deshacerme (al menos de pedazos) de mí yo perdido…



[Los sentimientos nos cargan con una responsabilidad que es sólo suya y que sabe extremadamente cruel… siempre sedientos de un dolor que logran mediante el manejo de nuestros pulsos para que queramos o des-queramos; y para esto último se me extinguieron las fuerzas…]


Y si me vuelven a asaltar
Las ganas de petardear
Dame dos hostias y hazme ver
Que estar aquí

Es un milagro que se puede compartir

viernes, noviembre 20, 2009

Huele raro el día

Se respira una calma impaciente, versos volátiles que te mecen con dulzura después de impregnarte de su veneno.

Los ojos miran al televisor pero en realidad están mirando al interior de la retina, a los mundos que nuestros sueños dibujan en el iris.

Las voces ahora son claras, nítidas. El dolor se ha disipado, se va diluyendo entre las lágrimas expulsadas. El fragmento puede ahora analizarse más objetivamente. (La razón sólo nos sirve para disecar la realidad en calma, o analizar sus futuras tormentas, nunca para resolver una crisis instantánea. J. Cortázar)

Quisiera hablarte en esta noche, pedirte un cigarro, envolverme en nuestro caótico humo lleno de silencios y de palabras y de ensoñaciones entre vodka y vodka. Quisiera pensar que no porque nos soñemos somos menos reales. Que no estoy construyendo una silla de ideas que se derrumbará cuando trate de sostenerme en ella.

Echo tanto de menos el mar. Montarme en sus olas. Arrastrarme a la marea. No intentar siquiera el luchar contra ella. Saborear su sal y sus golpes. Rebozarme en la arena hasta fundirme con ella.


La noche ha llegado y esto tan sólo es una forma de hablarte. “Hablarte” suena a “amarte” y suena a “arte”. El insomnio asoma y no le temo. Le estaba esperando. Mis dedos festejan su autonomía propia y dan rienda a suelta a Pensamientos que tratan de esquivar el filtro de mi autocensura.

Te imagino y te construyo al mismo tiempo. Te dibujo a mi antojo, te esbozo, trazo algunas líneas, quizás no existas. Te espero en el reverso de unas olas que quizás no han llegado. Te espero en el borde de tus párpados para cuando quieras verme.

Volveremos a toparnos en algún rincón desconocido del mundo de esos para los que se reservan las lunas mágicas y los besos prohibidos que estremecen tu médula y te convulsionan sin piedad castigándote con una excitación desconocida e infinita en cada recorrido acuoso por la esponjosa y subrepticia carne, que es ya víctima encantada y sometida a su verdugo.

viernes, noviembre 06, 2009

Nadie tocaría sus pechos aquella noche

Nadie tocaría sus pechos aquella noche.

Le sobrevino una angustia desconocida por el inevitable (aunque quizás aún no inminente) envejecimiento.

De repente, la soledad le pareció una absurda estupidez. Sobre todo en Ese instante.


…Y seguir viviendo como si el mundo se fuera a parar antes del alba. (Con la angustia correspondiente).


Vivir, vivir... No podía ser tan difícil.

Pero esa noche (una noche más), Madrid seguiría viviendo, latiendo…
Mientras ella se acostaba con Literatura y Masturbaciones [ambos placeres cómodos y potencialmente plenos en sí mismos… pero que en noches en las que las nubes le impedían ver el cielo, se le antojaban inmensamente ficticios. Y tan solitarios que destilaban crueldad.]

Madrid seguía respirando, jadeando por todas sus paredes, agotada, exhausta… y ella, (ajena a la rotación del mundo y de la ciudad) Viendo –joder, eso era lo peor, que lo estaba viendo, y viviendo- cómo el tiempo (y la vida, sobre todo la vida) se le escurrían de las yemas de sus dedos…

No tenía valor. No tenía valor para salir ahí fuera sola…

Ya no había truco, ni trato. Sólo sueño. Sólo letras. Sólo teclas para acceder a vidas que parecían estarle vedadas. Sólo teclas para crear otros mundos de los que ser también espectador, pero con la ilusión de tener algo que ver (por eso de la intervención de sus dedos).

¿Qué había? Había decadencia. Y deseo, mucho deseo. De desear. De participar en la obra… De participar… De vencer ese miedo a errar en cada frase, en cada silencio, en cada beso y en cada polvo…

Triste, triste anhelando pálpitos y aceleramientos de músculos como consecuencia de estremecimientos provocados por la realidad (o por lo que se percibe como perteneciente a ella).

viernes, octubre 30, 2009

Las edades de Lulú

“Su lengua siguió allí, firme, hasta que cesó la última de mis pequeñas sacudidas. Sus dedos aún me penetraban cuando apoyó la cabeza encima de mi ombligo, y sólo entonces me atreví a meditar, a calcular las consecuencias de lo que había ocurrido en la segunda noche más larga de mi vida. La posibilidad de interpretar aquella batalla como un pacífico empate, me reconfortó por un instante. Hemos hecho tablas, quise pensar, hemos intercambiado placeres individuales, me ha devuelto lo que antes me había arrebatado. Era un punto de vista, discutible desde luego, pero no dejaba de ser un punto de vista. Supongo que en aquel momento no me di cuenta de que ya era capaz de elaborar mis propias clases teóricas, pero lo cierto es que no tuve que esforzarme demasiado para convencer a mi única alumna, que era yo misma.

-Te quiero.

Entonces recordé que ya me lo había dicho antes, te quiero, con el mismo tono solemne, grave, con el que me había advertido una vez que el amor y el sexo no tienen nada que ver, y me pregunté hasta dónde llegarían, qué significarían en realidad aquellas dos famosas palabras, mientras él se tumbaba a mi lado, me besaba, y se daba la vuelta para quedarse boca abajo. No quería perderlo tan pronto, así que me encaramé con cierta dificultad sobre su cuerpo, coloqué mis piernas encima de las suyas, cubrí sus brazos con los míos y apoyé la cabeza en el ángulo de su espalda. Él me recibió con un gruñido gozoso.

-¿Sabes, Pablo?, te estás convirtiendo en un individuo peligroso –sonreí para mis adentros-. Últimamente, cada vez que te veo, estoy una semana sin poder sentarme.”

Almudena Grandes

miércoles, octubre 21, 2009

Tormentas

La tormenta irrumpió agujereando el restaurante casi vacío y se esfumó antes de la medianoche. Madrid, después de golpear ferozmente el asfalto con una lluvia tan brusca, pareció quedar exhausta. Pero aquella noche, no podía ser de otro modo. Todo estaba patas arriba. Lloviese o no, el cielo no podría comportarse con calma o delicadeza. Cualquier cosa que se produjese bajo aquella lluvia, sería salvaje y cruel. Mi tormenta, además, se prolongó hasta la madrugada.

Llovió tan brutalmente aquella noche que se partieron los tejados, se inundaron los pequeños recovecos del (mal) asfaltado terreno y las hojas crujientes del otoño se transformaron en amasijos de pasta empapada y desagradable, como aquella que teníamos pegada en la piel desde hace meses y de la que no lográbamos desprendernos. Aún creíamos que podríamos reparar sus componentes, repintar las hojas una a una de verde y volverlas a colocar.

Pero en algún momento dejé de comprenderme para comportarme como aquella lluvia que en lugar de crear hojas verdes, jóvenes y brillantes producía únicamente agujeros y lo inundaba todo de sentimientos demasiado intensos y dolorosos que sólo engendraban lodos desagradables.

Te regalé una síntesis del mundo, pero el viento de aquella tarde agitó nuestros recuerdos para abofetearnos sin piedad con su tristeza y nos apartó de cualquiera de los 1.000 destinos fantásticos que proponía esa síntesis. No hay mayor capacidad de volar, de exiliarse o de aislarse que en uno mismo.

Después, cuando me marché dejando atrás la música celta proveniente de las montañas y las ventanas a los lugares a los que era tan fácil llegar desde las postales de tu cuarto, cuando corrí apresuradamente a robar instantes de soledad nocturna a las calles y a las estrellas, ambas recién envenenadas por una lluvia capaz de remover todo (por dentro y por fuera), el roce de mis vaqueros arrastrando la tierra y las hojas sucias y empapadas era un sinónimo perfecto de incomodidad, de hastío, de cansancio, de profundo cansancio. El olor a humedad era demasiado intenso. La alegría del vino ya había pasado. Todo era denso, espeso, eterno. Todo parecía extenderse más de la cuenta… en un lugar en el que parecía haber dejado de existir el tiempo, el espacio… Dónde no había nada, salvo recuerdos, dolor y confusión. Y de dónde siempre pretendíamos extraer un sorbo más del fondo.

Te regalé el mundo. Precisamente ése del que yo parecía estar cada vez más distante, pero el único mundo que tú deseabas era aquél que no me excluía. El cristal del coche estaba horrorosamente sucio y las lentillas blandas se convirtieron en lentes inservibles y punzantes. Pero ya quedaba menos para volver al refugio, lejos de los restos desparramados que las dos tormentas (la de fuera y la de dentro) habían dejado tras de sí.

miércoles, septiembre 30, 2009

Anticamino

Con esa tensión que provoca la incertidumbre. Con ese ¿engaño? –¿autoengaño?- puesto a la venta en cada esquina para arrastrarnos de nuevo al principio del círculo.

Si me encuentras, es mejor que me devuelvas, créeme.

Yo sólo buscaba perderme. Y ya lo conseguí. Y me perdí nuevamente en cada pérdida.

Era extraño descubrirnos de nuevo, después de todo. Los mismos, pero renovados. Para luego volvernos viejos otra vez y vernos sin ese brillo de las cosas nuevas cubiertos de un polvo que todo lo vuelve gris y poco atrayente e incluso a veces hostil y desagradable.

Pero era tan fácil y tan acogedor y tan esperanzador amarrarse a ese engaño y a ese brillo aparentemente nuevo. Era vestirse otra vez con la gala de esas ilusiones, recubrirnos de una felicidad que en realidad le estábamos robando a otro tiempo.

Y, sin embargo, cada vez que te marchabas, me dolía un poco. Siempre me dolía en realidad. Aún me dolían las marchas pasadas. Aún las recordaba.
Por eso me sumergía de lleno en una contradicción sin importarme nada. Te largaba y al mismo tiempo te retenía para cruzar la puerta de un limbo que me hacía escapar transitoriamente del riesgo, del paso dado, de la decisión tomada (o aparentemente tomada).

Entonces bajaste las escaleras. Y yo te habría perseguido, pero en ese pozo de contradicción también quería que te marchases y quedarme sola. Por eso a veces me quedaba callada, y paralizada, sobre todo paralizada. Para no mancharte con mi barro gris, siempre gris. Porque yo siempre fui gris a pesar de mi amor por los colores cálidos y claros.

Porque se supone que ya había aprendido. Pero, en realidad, nunca aprendí. Ni siquiera lo intenté. Era demasiado tarde para cambiar los papeles de sometido y poderoso en la relación con los cables irracionales y sentimentales que me trastornaban y me movían (y cruzaban los hilos) a su antojo.

martes, septiembre 29, 2009

Pájaros de barro (o Insoportable Relativo Todo)

No creo los consejos elaborados en otras mentes porque ni siquiera soy capaz de creer los que me doy yo para ¿justificarme?. No los creo porque no sé si se aproximan siquiera al pálido reflejo de la verdad.

(¿Qué es la verdad?)

La sinceridad absoluta como una apuesta demasiado alta. Y la tortura de continuar creyendo en ella, a pesar de todo. Pero en la jerarquía de mi torre mental –que pocos comprenden ahora- se sitúo primero un intento de entendimiento ( …a pesar del dolor de la búsqueda).

[La pureza (destrozada ya por completo) es ahora una obsesión torturadora.]

Y la racionalidad derrotó a los impulsos. Al menos anoche. (¿O fue la culpa? o… ¿El miedo a que mi reciente (o reincidente) y envolvente inestabilidad emocional rociase tu estabilidad/claridad y te envenenase y te arrastrase también a este abismo gris?) Al menos entre las estrellas del cielo de hoy, que en realidad es anoche, y que en realidad no importa. Si me hubieras buscado, si hubieras encontrado y rebuscado entre mis ojos terrosos… habrías caído en un remolino cruel y sucio, muy sucio. Muy sucio de mí, de mi pérdida y de mi yo perdido. Arrastro demasiado barro. Pero tú no diste la vuelta a los zapatos para palpar el barro ni miraste la mierda de debajo de la cama. Porque el edredón y el decorado es demasiado bonito… y nadie piensa nunca que detrás… entre los huecos de mis venas, entre el aire sereno que expulso o entre el aparente orden de mi yo… que detrás pueda haber tantos ahogos diarios en ese mar de relatividad que convierte todo en océanos difusos.

Pero ese barro confuso es sólo mío. Esa tristeza transitoria quedará sepultada cuando limpie el barro y barra debajo de la cama… Pero ojalá fuera tan fácil como limpiar el barro de un zapato…Es mucho más complicado. Uno no va a quitar el barro a un zapato y piensa qué es el barro o se siente culpable por llevarlo bajo el zapato o piensa qué significa su zapato… Pero uno sí reflexiona sobre sus… (Buscando la palabra), sobre la verdad de sus… (Buscando la palabra), sobre si debe de sentir culpabilidad o puede entenderse, sobre si ése barro manchará a otros…

Pero más allá de la metáfora… lo que pesa es una indestructible y asquerosa ruptura con la inocencia transparente de otros tiempos. Que dolía lo mismo que todo lo doloroso después de esa ruptura pero quizás angustiaba menos ¿o liberaba más?

Me persiguen argumentos a favor y en contra pero a la hora de las nubes nocturnas, a la hora de la luna… la realidad juega al escondite conmigo, y la vida (de todo menos real en cuanto lo que real tiene de opaco y de inaccesible…) se vuelve irreal y loca y sin sentido. A mí no se me presentaría un lobo a decirme que el caos reina. A mi se me presentaría un mago irónico a decirme que la realidad no existe, que nunca, nadie, sabrá jamás que pasó en verdad o que fue lo que sentimos exactamente en un determinado momento. Y eso me enloquece.

Me enloquece que me inunden sentimientos tan relativos… tan efímeros… Me entristece tener que dar la razón a Márquez en que “el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera”. Eso es lo que más entristece. Que invocáramos, que pusiéramos todo, absolutamente todo en el fuego de la ilusión… para al final mascar cenizas entre lágrimas afiladas.

24-09-2009

sábado, septiembre 05, 2009

La hora del lobo siempre vuelve

Escribo que me escondo y es desde ese escondite desde el que muestro todo.

Los locos, a medida que comprenden más, van perdiendo la capacidad de llorar. Lo irracional les abruma y les tortura en el tránsito de su digestión. Una vez digerida la irracionalidad que nos domina, la frialdad nos congela. Más bien, nos paraliza.

Pero la capacidad de emocionarse subyace en el fondo, y aún quedan teclas capaces de activarla. Sólo hace falta un instante para que esa locura se transforme en la mayor de las corduras y en la más acertada de las realidades, y entonces, desde la percepción de nuestra condición, lo que nos emociona son los truculentos caminos por los que el ser humano es vapuleado constantemente…

...y los sentimientos, los sentimientos...

La simplicidad sólo existe en las mentes simples que ocultan lo complejo y lo retorcido bajo llave.

¿Cómo somos?
Pero sobre todo, ¿quiénes somos?

Permanecemos y nos modificamos/moldeamos constantemente. Hasta el punto de que esa modificación, ese moldear como si fuéramos plastilina, nos esconde de nosotros mismos en cuevas de soledad oscuras, horriblemente oscuras…nos pierde.

Me gustaría tocar el fondo de esa cueva para ver si estoy allí…

Somos tan incontrolables que la destrucción obstruye con facilidad nuestro camino. No, nunca hay cuerdas suficientes para proteger nuestra red. Sí las hay, son tremendamente engañosas.

No hay que olvidar que bastan unas décimas de segundo…

"Y es que claro, el pecho, el cuerpo no es nunca más que uno; pero las almas que viven dentro no son dos, ni cinco, sino innumerables; el hombre es una cebolla de cien telas, un tejido compuesto de muchos hilos".

"Si observamos desde este punto de vista al Lobo estepario, nos explicamos por qué sufre tanto bajo su ridícula duplicidad. Cree, como Fausto, que dos almas ya son demasiado para un solo pecho y habrían de romperlo. Pero, por el contrario, son demasiado poco, y Harry comete una horrible violencia con su alma al tratar de explicársela de un aspecto tan rudimentario."

"En el principio de las cosas no hay sencillez ni inocencia: todo lo creado, hasta lo que parece más simple, es ya culpable, es ya complejo, ha sido arrojado al sucio torbellino del desarrollo y no puede ya, no puede nunca más nadar contra corriente. El camino de la inocencia, hacia lo increado, hacia Dios, no va para atrás, sino hacia delante; no hacía el lobo o el niño, sino cada vez más hacia la culpa, cada vez más hondamente dentro de la encarnación humana."

El lobo estepario

Infinita Tristeza

La solemnidad del golpe seco que precede al vacío de la soledad cortante y silenciosa que se produce cuando la compañía, las risas, el ritmo frenético, los líquidos de sabores eléctricos, la música perturbadora y las conversaciones profundas en las que las palabras desprenden un frío helado llegan a su fin.

“La tristeza es un vicio”, y a veces aparece en mitad de las noches como uno más..., en las noches llenas de vicios y excesos en las que confirmamos nuestra humanidad y nuestra necesidad de sentir.

Sentir.

La lucidez me permitió sentir en ojos ajenos (pero demasiado cercanos). Y no encontré manera de escapar, la fuerza de la gravedad del centro del cruce era demasiado poderosa.

Cada alma humana puede ser contenedora de demasiadas penas, de demasiadas complejidades. La capacidad de ayudar puede ser infinita, pero el poder de la ayuda tan ínfimo... No podemos pretender modificar rumbos constantemente, aunque nos empeñemos.

Supongo que, a veces, maktub (“está escrito”).
O quizás siempre...

Pero las lágrimas no cesaban.Expresaban y expresaban…Demasiado dolor, demasiado sentimiento.Y a mí me invadía un sentimiento de orfandad difícil de explicar. No me refiero a la ausencia de padres, sino a una cierta soledad frente al dolor y a la sensación de impotencia ante la vida (y ante los sentimientos y ante las mentes) que provoca la necesidad de Abrazos que no siempre somos capaces de pedir (o de dar) porque sabemos que pueden hacer estallar... todo.

Los ojos siempre hablaron de más.

Por eso a veces prefiero mirar al suelo.

Para no escucharlos… para no ahogarme en su exceso de pasión o de dolor (a veces sinónimos...), que contradecía constantemente a la sonrisa (propia de las montañas rusas, en este caso) de los labios.