sábado, enero 09, 2010

Hoy

El cielo se abría enrojecido y estrellado entre relámpagos que no llegaban y árboles desnudos. Nos situamos en una especie de limbo entre el cielo, el agua, el silencio de la noche y la lejanía de todo.

Yo quería seguir creyendo que podía tocarte por dentro, verte por dentro. Pero continuabas frustrándome, como el fondo de un bote estrecho al que nunca alcanzas, que siempre se mueve cuando estás a punto de palparlo.



Lo que sí pude confirmar, entre estrellas fugaces, nieve blanca y piel pura, es que el yo que poseía de ti no era una alucinación. Aunque fuese una imagen sólo visible y sentible para unos pocos.

Se habían vuelto a acabar las palabras absurdas de lenguas ajenas. Porque ésas lenguas ajenas eran incapaces de plantearse que existieses fuera de la horma en la que te habían encerrado.


Hoy he descubierto que estás lejos, y que lo estarás durante un tiempo (o siempre), pero que entre todos tus misterios, fugazmente, también has pensado en mi partida… así que supongo que algo debo de importarte si te hiciste preguntas sobre mí en mi ausencia.

Hoy sé que tanta saliva y tanta noche no pudiste malgastarla, siendo tú.

Sé también que alguien que lleva tatuada la libertad mantiene una lucha constante consigo mismo y que quizás yo, que la llevo impregnada bajo la piel, ahora la haya olvidado un poco en detrimento de tus líneas.

Hoy sé que no me importó el silencio, que me encandiló la música y que habría permanecido allí mucho más tiempo, atrapada en ese espacio mágico y sólo perceptible para visitantes nocturnos…

Hoy sé que hay infinitud de pensamientos que desconozco de ti. Pero también sé que entre toda la amalgama de hipótesis que he hecho sobre tu verdadero yo soy capaz de intuirte.

Sé que, más que nunca, hay inseguridad. Inseguridad y una deliciosa incertidumbre que me mantiene alerta, que me trastoca y que, en ocasiones, incluso me domina. Pero esa incertidumbre me mantiene viva. Y vivir, es en parte buscar placer y en parte hallar dolor.

Hoy sé también que chapuceo de un modo mucho más torpe que los patos nocturnos que luchan contra el hielo en una laguna a punto de helarse con ellos dentro. Pero ese chapuceo torpe (que tanto temo te desagrade) me parece maravillosamente recubierto de cierto áurea de enamoramiento infantil, de acercamiento inocente, dulce. Y, entonces, deja de importarme. Porque creo que tu tampoco nadas del todo bien, por ahora.

Pero entre todas esas certezas, hay una duda latente y borrosa: la posibilidad de que todas estas percepciones de espíritus mágicos, metafísicos y nocturnos no sea más que un producto de mi capacidad de literaturizar todo y de tu capacidad para envolverme en algo… en otra cosa, en otra visión.

Y lo que es peor, de necesitarla.

No hay comentarios: